PULSERA

Cuando adiós me dijiste, te he encontrado;

te dije adiós, y me quedé contigo.

¿Me es —porque te recuerdo—el tiempo Amigo?

Pueblas lo que vendrá de ese pasado.

Adiós te dije y en sombras me has dejado.

Un adiós, que, sin aún porvenir,

te sigo.

Yo soy —te fuiste, el tiempo es mi

enemigo— el sin remedio, el nunca recordado. el más vil de los mendigos.

Afila sin objeto una esperanza alegre.

—de noche estoy, te columbré de día—

No emerge el corazón de la tristeza.

Cambia todo.

tú, que das sin mudanza.

Y el tiempo es nada, y luce

—ya lucía—

lo que pone de luto mis alabanzas.

Surge a compás, gozante ligereza;

tú, ni solemne danza ni onda triste;

sino pasión que se enfiesta y se desviste,

ángel onírico bañada de pureza.

Lucía de los pies a la cabeza

tu gloria, y eras todo cuanto existe.

Ya levantas los brazos. ya lo hiciste,

ya das un paso: tu canción empieza.

En mis cantos, tan lejana de ti misma

te vas colmando; esplendes y construyes

a tus risas, y cantas si te da la gana.

Sin apuros.

Sin prisas.

Andas, aplaudes, dices; ya se abisma

en ti el deleite,

ya lo restituyes;

ya el ánima suspira y se aliviana.

Plenitud juvenil de la manzana

pulida por el sol, cuando madura.

El cielo, en ti, encandila y se endulza;

ayer con hoy alegras,

y ya es de mañana.

Ya es de mañana.

Divinizando tu disfraz de Diana,

amotinas tu figura;

mueves un hombro y quiebras la cintura.

Tú, soberana.

Cielo y trigal,

candil en lo profundo,

presente del futuro,

sol esbelto,

preciado tesoro hecho recuerdo;

¿acaso no ves que ya te oran también en sueños?

Oh, musa de canto vendaval,

Prohibido sortilegio de gitana,

Aquí esta tu hogar, rebosante a tus pinturas.

Tu retrato oval hecho con deleite y dulzura,

Ay de ti, que lo destruyes a desgana.

-Norbert